La covid, que colapsó hospitales, afecta hoy a pocos pacientes: mayores e inmunodeprimidos

Los expertos coinciden en que el SARS-CoV-2 sigue siendo un virus que merece respeto y precaución

EFE | 26/02/2025

Cuando en 2020 llegó la COVID-19, una enfermedad desconocida provocada por el virus SARS-CoV-2, los hospitales colapsaron con pacientes graves y críticos que sufrían neumonías bilaterales y problemas respiratorios. Cinco años después, gracias a la inmunidad, los casos graves son escasos y afectan principalmente a personas mayores con otras enfermedades y a pacientes inmunodeprimidos.

UN VIRUS QUE SE NUTRE DE LA DEBILIDAD

La situación actual poco tiene que ver con la vivida cuando se registró el primer caso de COVID-19 no importado en España, un hombre hospitalizado en Sevilla el 26 de febrero de hace cinco años. Ahora, el virus ha cambiado su impacto en la sociedad, afectando especialmente a pacientes inmunodeprimidos debido a tratamientos agresivos, como los de trasplantes o cánceres hematológicos, que generan infecciones más graves o prolongadas y derivan en complicaciones. También los mayores con enfermedades crónicas pueden verse afectados, ya que el virus puede provocar insuficiencia respiratoria, aunque no tan grave como en los primeros años de la pandemia, dado que la vacunación ha sido generalizada en esta población.

PROTOCOLOS Y NUEVOS TRATAMIENTOS

A diferencia de los primeros momentos de la pandemia, ahora existen protocolos médicos bien definidos que marcan los tiempos, perfiles y tratamientos para los pacientes. Se han establecido medidas como la profilaxis para evitar trombos, el uso de corticoides para la inflamación y la administración de antivirales. En 2020, los médicos tuvieron que enfrentarse a una enfermedad desconocida y aprender sobre la marcha, sin herramientas claras ni tratamientos específicos, lo que hizo que la gestión de los casos fuera más compleja y la mortalidad más elevada.

LOS PRIMEROS PACIENTES: UNA RESPUESTA DESCONOCIDA

El doctor Fernando de la Calle, de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario La Paz de Madrid, recuerda que en 2020 los hospitales recibían a pacientes de todas las edades y condiciones, tanto jóvenes como mayores, con o sin enfermedades previas. Como nadie tenía inmunidad frente al virus, la respuesta al contagio era impredecible: algunos presentaban cuadros leves o asintomáticos, mientras que otros desarrollaban formas graves que podían terminar en la muerte.

Durante la primera fase de la enfermedad, los casos graves manifestaban fiebre alta, dolores musculares y de cabeza, así como la pérdida del olfato y del gusto. Sin embargo, la situación se complicaba en una segunda fase, donde aumentaba la carga viral y se producía un ataque inflamatorio, lo que derivaba en trombosis pulmonares y otras complicaciones graves.

LA TORMENTA DE CITOQUINAS Y LAS UCIS DESBORDADAS

En los casos críticos, el cuerpo respondía con una reacción inmunológica exacerbada, conocida como tormenta de citoquinas, que terminaba provocando una inflamación severa y un rápido deterioro del paciente. Esto llevó a que las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) quedaran desbordadas. El Hospital Universitario Vall d’Hebron de Barcelona llegó a disponer de 200 camas exclusivas para pacientes con COVID-19, convirtiéndose en una de las UCIs más grandes del país en aquel momento.

El doctor Ricard Ferrer, jefe de Medicina Intensiva del Vall d’Hebron, recuerda que los pacientes ingresaban con neumonías bilaterales, inflamación pulmonar severa y necesidad de ventilación mecánica. Sin embargo, al principio de la pandemia, la escasez de respiradores complicó aún más la atención.

Hoy en día, esa reacción inmunitaria desmesurada ya no se produce y los ingresos en UCI han cambiado. Los pacientes que llegan a estas unidades lo hacen con COVID, no por COVID, es decir, ingresan por otras patologías y el virus es un hallazgo secundario. Durante el invierno, los ingresos por COVID-19 son mínimos en comparación con los de la gripe, que supone entre dos y tres casos al día.

Según Ferrer, la combinación de vacunación, inmunidad de la población y menor virulencia de las variantes actuales ha permitido que la situación esté controlada y ya no sea necesario prever ocupaciones especiales en las UCIs, como sí ocurre con la gripe y otros virus respiratorios estacionales.

¿INMUNIDAD DE POR VIDA?

La clave de la reducción de los casos graves está en la vacunación masiva y en la inmunidad que se genera tras cada infección. En España, la tasa de vacunación alcanza el 92 %, lo que ha permitido una protección generalizada. Además, cada vez que pasamos la enfermedad, nuestro organismo genera anticuerpos y refuerza la inmunidad de grupo.

La doctora Carmen Cámara, de la Unidad de Inmunología del Hospital La Paz de Madrid, señala que los estudios recientes indican que la inmunidad celular podría durar de por vida. Esta inmunidad se basa en la acción de los linfocitos T, células que atacan a las infectadas por el virus y que pueden mantener una memoria inmunológica a largo plazo.

Sin embargo, advierte que ciertos grupos de riesgo, como mayores e inmunodeprimidos, deben seguir vacunándose periódicamente contra el COVID-19, al igual que lo hacen contra otros virus respiratorios como la gripe o el neumococo.

Los expertos coinciden en que el SARS-CoV-2 sigue siendo un virus que merece respeto y precaución. Aunque la fase crítica de la pandemia ha quedado atrás, recomiendan continuar con medidas de protección personal, como el uso de mascarillas en caso de infección, para proteger a los más vulnerables.

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