Cinco años del COVID: De un tsunami imparable a un virus respiratorio más y bajo mínimos

El 31 de enero de 2020, España identificó su primer caso en un turista alemán en La Gomera

EFE | 30/01/2025

La llegada del coronavirus fue un auténtico desafío, una amenaza imparable que sacudió al mundo con una primera ola devastadora. Lo que en sus inicios fue un virus desconocido hoy se ha convertido en una infección respiratoria más, con un impacto mucho menor, pero cuya presencia sigue siendo una realidad ineludible.

El 31 de enero de 2020, España identificó su primer caso en un turista alemán en La Gomera. Apenas un mes antes, las autoridades sanitarias de Wuhan habían alertado sobre la aparición de un nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2, que pronto cambiaría la vida tal como la conocíamos.

Los meses que siguieron parecían sacados de una novela de ciencia ficción: se popularizaron conceptos como curva de contagios, PCRs, mascarillas, confinamiento, toques de queda, rastreadores, inmunidad de rebaño y desescalada. La terminología científica y política pasó a formar parte del día a día de la ciudadanía, en medio de una incertidumbre sin precedentes.

El director general de Salud Pública y Equidad en Salud, Pedro Gullón; el coordinador del Servicio de Urgencias del Hospital del Henares, Martín Ruiz Grinspan; y el médico de Familia y portavoz de SEMG, Lorenzo Armenteros, hacen balance de una pandemia que, aunque se anticipaba posible, sorprendió por la virulencia del virus que la desencadenó.

UN VIRUS PARA EL QUE NADIE ESTABA PREPARADO

"Nos cogió a todos desprevenidos", recuerda Gullón, quien en aquel entonces trabajaba en la Universidad de Alcalá. Aunque existían protocolos ante pandemias, la mayoría de planes estaban enfocados en la gripe, que se consideraba el principal riesgo epidémico.

La información llegaba fragmentada y llena de incertidumbre. Nadie tenía estructuras adecuadas para frenar la expansión de un virus tan contagioso ni podía prever lo que ocurriría cuando los casos comenzaran a descender. Gullón, que colaboró con diversas instituciones sanitarias, cree que quizás se habría podido mitigar el impacto de la primera ola, pero detenerla por completo habría sido imposible.

El esfuerzo coordinado de los primeros meses marcó un antes y un después, con imágenes imborrables como los aplausos a los sanitarios y las ciudades desiertas. Sin embargo, la desescalada supuso un punto de inflexión en esa cooperación inicial.

EL VIRUS YA ESTABA AQUÍ

"En pleno invierno todo parecía normal", señala Ruiz Grinspan. Aunque había un aumento de casos de infecciones respiratorias, no se disponía de pruebas para confirmar si el nuevo virus estaba detrás de esos cuadros. La situación cambió drásticamente cuando Italia comenzó a registrar un alarmante aumento de contagios en febrero. "Si estaba allí, estaba en todas partes o lo estaría en cuestión de días", explica.

El 4 de marzo, su hospital recibió el primer paciente con COVID. A partir de ahí, la avalancha fue imparable. En poco tiempo, las unidades de cuidados intensivos pasaron de dos a 32, el personal sanitario tuvo que adaptar los espacios y reorganizarse sobre la marcha. Gracias a la experiencia previa con crisis como el ébola, pudieron establecer protocolos, pero la presión fue extrema.

Hoy, la incidencia del COVID es mínima en comparación con aquellos días, en gran parte debido a la vacunación y la inmunidad adquirida. Aun así, Ruiz Grinspan advierte que es cuestión de tiempo que llegue otra pandemia. "Puede ser en un año, en cinco o en diez, pero vendrá", sentencia.

LA ATENCIÓN PRIMARIA, ABANDONADA A SU SUERTE

Si bien en los hospitales la crisis fue abrumadora, en Atención Primaria la situación fue aún más difícil. "Nos dejaron completamente solos", denuncia Armenteros. Mientras los hospitales recibían los escasos recursos disponibles, los centros de salud tuvieron que improvisar con lo que tenían a mano: desde pantallas hechas con materiales reciclados hasta equipos de protección fabricados con bolsas de basura.

El miedo y la incertidumbre marcaron aquellos días. A los sanitarios se les llegó a reprochar el uso de equipos de protección por "alarmar" a los pacientes, a pesar de que su contacto con contagiados era constante. Además, se minimizaron los riesgos y se trató de ocultar la magnitud del problema.

Para Armenteros, la primera ola fue un episodio traumático, especialmente por la cantidad de compañeros que fallecieron en soledad. También recuerda con angustia a los pacientes que, por temor, evitaban acudir al hospital incluso cuando su estado lo requería.

A pesar de todo, también hubo momentos de solidaridad inolvidables. Aunque los aplausos de aquellos días han dado paso a críticas al sistema sanitario, la pandemia dejó en evidencia una dura realidad: España no contaba con la mejor sanidad del mundo, como muchos creían. "Nos hizo ver nuestras debilidades", concluye Armenteros.

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