La gota que desató el diluvio: cinco años del primer caso de COVID-19 en Baleares
En total, entre 2020 y 2023, el virus causó 1.925 fallecimientos en las islas
EFE | 05/02/2025
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El 7 de febrero de 2020, la Conselleria de Salud activó el protocolo preventivo por coronavirus en una familia británica residente en Mallorca, después de que uno de sus miembros se convirtiera en el primer caso detectado de COVID-19 en Baleares. Aquel diagnóstico fue el inicio de una crisis sanitaria que, en cinco años, ha causado alrededor de 2.000 muertes en el archipiélago.
Hoy, con el SARS-CoV-2 convertido en un virus respiratorio más, los recuerdos de los meses de confinamiento, las olas de contagios y las campañas masivas de vacunación parecen casi irreales. Resulta sorprendente rememorar cómo, en un principio, la "neumonía china" era vista como una amenaza lejana que difícilmente afectaría a España.
Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2020 se registraron 608 muertes por COVID-19 en Baleares, seguidas de 580 en 2021, 581 en 2022 y 156 en 2023, el último año con datos cerrados.
En total, entre 2020 y 2023, el virus causó 1.925 fallecimientos en las islas, representando el 1,2 % de las cerca de 155.000 muertes por COVID en España durante ese periodo.
La Conselleria de Salud indica que no dispone de cifras más recientes sobre fallecimientos ni contagios, ya que dejó de elaborar informes específicos cuando se decretó el fin de la pandemia.
PRIMER CASO EN BALEARES
Hasta aquel viernes de febrero en que el Govern comunicó la hospitalización de un hombre con síntomas sospechosos, junto a su esposa y sus dos hijas en Son Espases, solo se había confirmado un caso en España, detectado una semana antes en La Gomera.
En un primer comunicado, la Conselleria de Salud, liderada entonces por la socialista Patricia Gómez, pidió calma a la población mientras se analizaban las muestras enviadas al Centro Nacional de Microbiología en Madrid.
Al día siguiente, la consellera compareció junto a la directora de Salud Pública, Maria Antònia Font, y otros responsables sanitarios para confirmar que el paciente había contraído el virus en los Alpes franceses, donde estuvo en contacto con un infectado. Aunque el hombre ya no presentaba síntomas, su hija mayor, de 10 años, mostraba signos gripales.
El domingo siguiente, las pruebas confirmaron el positivo del padre, lo que llevó a las autoridades sanitarias a rastrear a las personas con las que había tenido contacto para evaluar posibles contagios. En una nueva rueda de prensa, los responsables sanitarios detallaron que la carga viral del paciente era baja, lo que reducía su capacidad de transmisión. También explicaron el recorrido del afectado desde la estación de esquí hasta su hogar en Mallorca.
LA FALSA SENSACIÓN DE SEGURIDAD
En esa misma comparecencia, la directora de Salud Pública enfatizó que las mascarillas no eran necesarias para la población general, ya que podían generar una falsa sensación de seguridad y desplazar medidas de higiene más efectivas, como el lavado de manos. Paradójicamente, pocos meses después, su uso se volvería obligatorio en todo el país.
Aquel febrero, cuando el virus apenas había irrumpido en España, los mensajes desde las administraciones transmitían tranquilidad. Diez días después del primer positivo en Baleares, y sin nuevos casos en el país, el entonces ministro de Sanidad, Salvador Illa, aseguraba en Palma que la epidemia estaba estabilizada en la provincia china de Hubei y que la tendencia era a la baja.
"Las medidas que hemos tomado son suficientes para garantizar la salud de todos los ciudadanos españoles, y si hubiera que tomar otras medidas, las tomaríamos sin que nos temblara el pulso", declaró entonces. Poco después, el país entero entraría en un confinamiento sin precedentes.